"Cuando Leo al fin se dio cuenta de que el final estaba escrito por todos lados, se puso a recordar su adolescencia. Y aún más atrás, tan atrás que evocó sensaciones que sabía eran anteriores a su nacimiento; todo lo llevaba a la Luna. En el horizonte desierto de la Tierra, vio la mueca sonriente de su amada, de la impresión, casi se fue de espaldas. Parecía como si varios rostros lo miraran desde su profunda oscuridad, pero era su propio reflejo frente al polvoriento y galáctico cristal. Evolucionó hasta soportar todas las pruebas a las que puede estar sometido un organismo humano, su cadavérico marasmo detonaba una nueva entropía. Leo era, quizás, el único sobreviviente de la Tierra, y no sintió pena, desde hace mucho el sentimiento de tragedia había desaparecido.